5 ago 2011

De cómo supe que era gay


Esta es una de las preguntas que seguro que os han hecho a todos alguna vez, ¿y cómo supiste que eras gay? Unos se dan cuenta pronto, en la adolescencia, otros más tarde, quizás con las primeras fiestas universitarias, y algunos más tarde aún, atrapados en un matrimonio y con hijos. En el fondo todos sabemos cuando supimos que nos gustaban los chicos, que éramos gays, pero no tiene porqué coincidir ese momento con otro más importante: Aceptarlo.

En mi caso recuerdo comenzar a fijarme en los chicos en plena adolescencia, a los 15 o 16 años, una de las etapas que recuerdo con menos cariño de mi vida, la etapa del instituto en la que yo era el empollón gordito, con gafas y ortodoncia, blanco perfecto para las burlas de los compañeros más chulitos de la clase, y a todo esto había que sumarle que tenía pocos amigos, odiaba los deportes y siempre me juntaba con las chicas.
Y digo que recuerdo empezar a fijarme en los chicos aunque fue de una manera distinta a la que imagináis.

Recuerdo fijarme en los más guapos y atléticos del instituto con ansia de parecerme a ellos, porque yo no me quería, porque no era feliz con mi aspecto y observaba a los chicos en clase de educación física como saltaban más que yo, como corrían más que yo, y como las chicas de clase suspiraban por ellos… y yo quería ser así.
Yo siempre fui el gordito simpático, amigo de las chicas, gracioso y alegre, pero nunca conseguía ser más que ello, porque los chulitos de clase eran los que se llevaban sus miradas y los que aparecían en corazones en las agendas de mis compañeras.

Mi anhelo de ser como ellos se fue transformando poco a poco, cuando pasé de querer ser como ellos a querer poseerlos, a descubrir internet, ver cuerpos desnudos y no sólo querer parecerme a ellos, sino que se despertó mi deseo sexual hacia esos chicos guapos con torso firme que veía en internet, y en la calle y en el instituto. Quería tocar esos cuerpos, sentirlos, amarlos.

Pronto comenzaron a nacer mis dudas, ¿me gustan los chicos? Si, pero ya se me pasará. Y así pasé el instituto, con ese debate interior que me hacía creer que era algo bisexual, pero nunca gay.Aquellos pensamientos y dudas no me corroían, pero jamás lo comenté con nadie. Era un problema mío, algo pasajero, no valía la pena tomarlo en serio, y no tenía a nadie a quién contárselo, ni había ningún gay en mi entorno, estaba sólo con mi “problema”.

Fue al finalizar el instituto que conocí a una chica, una chica especial, que me hacía sentir bien, que me hacía sentir hombre, y a la que traté como merecía con cariño y comprensión, una amiga especial, que al poco de conocernos me dijo que era bisexual, y a la que yo contesté…”yo…también.” Era la primera persona a la que se lo contaba, y me dio la confianza para ello.

Al poco de comenzar a salir con ella me quiso llevar de fiesta para conocer a dos de sus amigos, que casualmente eran gays. Recuerdo aquella noche perfectamente. Me senté frente a ellos en una terraza, charlamos, tomamos algo, yo nunca había hablado con ningún gay, y al principio estaba nervioso, pero me iba sintiendo cómodo a medida que avanzaba la conversación, y la noche. Vi que no era el único que tenía ese “problema”, que había más chicos como yo, a los que les gustaban los hombres, y más tarde al entrar en una discoteca de ambiente, mi primera vez, y vi que allí había decenas de chicos “con mi problema”, mis dudas desaparecieron. Ya sabía que era gay, pero esa noche lo acepté y lo asumí. No estaba solo, mi problema era más común de lo que pensaba.


Lo que sentía por mi chica se hizo confuso en cuanto vi que varios de esos chicos me atraían. Algunos me sonreían, algunos se acercaron a bailar conmigo, otros me los presentaban dándome dos besos, una manera de saludar que nunca hubiese pensado posible, pero allí era normal, yo era normal. A pesar de mi físico y mis inseguridades me sentía bien, cómodo, sin presiones, sin fingir nada, yo podía ser yo.
Esa noche no dormí, no podía, acababa de tener una revelación que iba a cambiar mi vida para siempre.
Al día siguiente se lo comenté a mi chica. Tuve que dejarla. Lo entendió, y desde ese mismo día supe, y acepté, que era gay, que no era algo pasajero, que eso nunca cambiaría, y que nunca cambiará.

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